jueves, 22 de diciembre de 2011
jueves, 24 de noviembre de 2011
DÍA INTERNACIONAL DEL VOLUNTARIADO 2011. Huete, 5 de diciembre
martes, 20 de septiembre de 2011
Somos Voluntarios y Optenses
En el Centro de Mayores, desde el año 2003, estamos en formación permanente para ser voluntarios culturales. Parte de nuestro tiempo lo dedicamos a Huete, enseñando su patrimonio cultural a los turistas.
Este año tenemos la oportunidad de desearos Felices Fiestas en honor a la Virgen de la Merced.
Felices Fiestas para compartir con la familia y los amigos.
Felices Fiestas para que todos seáis voluntarios y solidarios.
En este Año Internacional para la Investigación en Alzheimer y Enfermedades Neurodegenerativas os invitamos a compartir la causa solidaria que apoya el Centro de Mayores: visitad la exposición de los Talleres Solidarios en la Feria de Artesanía.
Talleres solidarios
jueves, 30 de junio de 2011
NOS FORMAMOS PARA INFORMAR
En el IESO Ciudad de Luna de Huete se ha realizado un trabajo para la conmemoración del bicentenario de
Durante los meses de julio y agosto la exposición de paneles informativos y pinturas permanecerá en el claustro del Convento de Jesús y María.
Para añadir dicha exposición a las visitas guiadas a este importante monumento, los voluntarios culturales -VolOptenses- han asistido a una clase impartida por los profesores que han coordinado este estudio: Herminio, Carlos, Estela y Manolo.
Durante una hora y media se han recorrido los paneles informativos que reflejan los acontecimientos históricos: la guerra de
Esperamos que esta exposición haga más atractiva a los turistas su visita a Huete.
lunes, 23 de mayo de 2011
ETNOGRAFÍA III
Un grupo de personas interesadas en la recuperación de la memoria histórica de Huete, mi ciudad, mi pueblo, que ya han recopilado reseñas de diferentes temas sobre su pasado reciente, han tenido la idea de preparar un estudio sobre las posadas existentes hasta hace pocos años, motivo por el cual me han pedido que les redactara una nota sobre la evolución de la posada situada en la anteriormente llamada Carrera de Santo Domingo, numero 6, finca que luego fue Calle Calvo Sotelo, 22, y hoy día, signo de la época, Calle de Juan Carlos I, 20, y que en tiempos se llamó “Posada de San Juan” y más tarde “Fonda Reneses”.
Este negocio, donde yo he pasado quince años de mi vida, y donde han nacido mis cinco hermanos menores, ha sido regentado por miembros de la familia Reneses desde 1857. En efecto en junio de este año, según un documento del protocolo de Don Mamerto Alique, Notario de Huete, felizmente conservado en el Archivo Histórico del Ayuntamiento, mi bisabuelo, Juan José Reneses Mota, que formaba matrimonio con mi bisabuela Maria Cruz Navío Ortiz de Angulo, ambos nacidos en Quintanar de la Orden, firmaba un contrato de alquiler de la posada con su propietario Luciano Toledano, vecino de Bonilla. El contrato se firmó por un periodo de cuatro años y un precio de mil trescientos reales anuales, pagaderos por anticipado los días de San Juan de cada año. El propietario pidió avalistas y mi bisabuelo aportó la granita, entre otros de Don Remigio Covisa y Don Gregorio Torres, prohombres de la época en Huete.
A partir de aquí se rompe el “tracto sucesivo” porque no he podido localizar el documento mediante el cual mi bisabuelo pasa a ser propietario de la casa, que por cierto, comprendía además de la superficie actual toda la fachada de la actual vivienda de la calle Caballeros, número 1. Sí he encontrado un documento mediante el cual, mi abuelo Casildo Reneses declaraba que adquirió la casa por herencia de su padre en 19 de noviembre de 1890, habiéndola adquirido éste de Ambrosio Toledano Hernansáiz, hijo de Luciano Toledano, antes del año 1890.
Junto con su mujer, mi abuela Maria Juliana Millán, nacida en los Hinojosos, pero avecindada en Huete antes de su matrimonio, mi abuelo permaneció al frente de la Posada hasta su fallecimiento en 1925. Mi abuela y sus hijos solteros, conservaron el negocio alternando con la agricultura y la ganadería, para lo que contaban con varios pares de mulas y un rebaño de unas doscientas ovejas. Mi padre, nacido en 1902, el más pequeño de seis hermanos, había iniciado un negocio de taxis, con coche propio, combinándolo con la posada. Se casa en 1930 y se independiza pasando a vivir en la calle de la Plaza, esquina a Zapaterías, hoy también Juan Carlos I, donde nacimos los cinco hijos mayores. Durante la República mi padre, un entusiasta de los automóviles en la época en que empezaban a aparecer, había prosperado en su negocio de taxis llegando a ser propietario de algún coche más, para lo que se ayudaba de conductores asalariados. Los desastres de la guerra hicieron su aparición en la tranquila ciudad de Huete y mi padre perdió sus coches, requisados por los militares. Uno de ellos lo recuperó después de la guerra, prácticamente destrozado y alguno más lo perdió totalmente.
Así las cosas, en septiembre de 1941, mi padre llega a un acuerdo con mi abuela y mis tíos Pepe, Angustias y Julia Reneses, todos solteros y ya entrados en años, para pasar a regentar el negocio que entonces se llamaba “Parador y Fonda Reneses”, quedándose aquellos con la agricultura y la ganadería. De la finca se segregó la parte que lindaba con la calle Caballeros, donde mi abuela y mis tíos establecieron su vivienda y las cuadras y demás locales de su explotación agraria. El titular de “Parador” hubo que suprimirlo más tarde, al impedir su utilización los paradores ministeriales.
El negocio, con el sacrificio principalmente de mi madre y la ayuda de los hijos, cuando entraban en edad de poder aportarla, normalmente al finar del periodo escolar que terminaba a los catorce años, permitía sacar adelante la familia, en aquellos años tan difíciles. Parece interesante recordar el tipo de clientela, que se clasificaba principalmente en tres colectivos: en primer lugar los llamados estables, funcionarios de juzgados, contribuciones, bancos, etc. en segundo lugar los viajantes de comercio, en unos tiempos en que Huete era un centro de comercio comarcal muy importante (todavía las personas mayores recuerdan con nostalgia esos tiempos en que Huete parecía un emporio) y por último los muleteros, también llamados “maranchoneros” por el pueblo de Guadalajara de donde procedía la mayoría, que acudían a la Feria y a la Feruela, y en otras épocas del año, con sus caballerías, para realizar sus tratos, vestidos con sus clásicas blusas negras.
Mis padres permanecieron en el negocio hasta 1969 en que fallecida mi madre y habiendo marchado la mayoría de los hijos a Madrid, mi padre cedió el negocio a mi hermana mayor. Pero los tiempos habían cambiado: Huete había reducido mucho su importancia, los automóviles permitían a los viajantes de comercio visitar las plazas con rapidez y volver a sus domicilios en el día y la mecanización del campo acabó con la utilización de las caballerías en la agricultura. Mi hermana mantuvo la actividad durante unos años y más tarde también se trasladó a Madrid, donde sus hijas trabajaban y estudiaban. La casa se convirtió en vivienda particular.
Seis de los hermanos, al fallecimiento de mi padre en 1984, nos comprometimos a que la finca quedara en la familia. La única solución consistía en transformar la antigua posada en viviendas. Procurando mantener la estructura original, en 1990 construimos cinco viviendas exteriores, que lógicamente tendrían que crecer en altura, en la zona donde anteriormente era la vivienda familiar, conservando la zona de huéspedes como vivienda de mi hermana mayor. Pero con este ánimo de no romper del todo con la disposición antigua, hemos conservado un zaguán o portal de entrada, equivalente al antiguo y lo que llamábamos porche, desde el que se entraba al corral y cuadras. El corral y algunas de estas cuadras todavía existen.
Parece que alguno de nosotros llevamos algo en los genes de la vocación a la hostelería: Años después del cierre de la posada mi hermano Antonio adquirió la casa solariega del Conde de Garcinarro, la cual había pertenecido también a familiares nuestros en los primeros sesenta años del siglo XX (Doña Luisa Navío era prima de mi abuelo). La casa estaba hecha una ruina y el esfuerzo de mi hermano y su mujer la han convertido en un modelo de Hotel Rural, al tiempo de que han salvado para el futuro el mejor edificio civil de la ciudad, si exceptuamos la Torre del Reloj.
Casildo Reneses Sanz
Amigo de VolOptenses
lunes, 16 de mayo de 2011
III SEMINARIO REGIONAL FORMANDO REDES
En el siguiente enlace, en el apartado de Buenas Prácticas en Centros de
domingo, 17 de abril de 2011
RECORDANDO...
Desde el inicio de nuestra formación las clausuras de curso se realizan en torno a la fecha del Día del Libro, varios años el mismo día, 23 de abril.
En el presente, un evento local une de nuevo a VolOptenses a esa fecha: Día de Puertas Abiertas y Día del Libro.
Nuestros viajes culturales se programan en relación a los contenidos formativos y el realizado en 2009 a Urueña-Villa del Libro, remataba el curso “El libro, fuente de cultura y desarrollo”.
En una lluviosa mañana de Abril el sol nos despejó el horizonte para ver en la lejanía el recinto amurallado de Urueña que franqueamos por la puerta del Azogue.
En 2007 La Diputación de Valladolid crea en la villa medieval de Urueña la primera Villa del Libro de España como una atractiva propuesta de turismo cultural.
El eje fundamental de la Villa del Libro es el Centro E-Lea (Espacio para la Lectura, la Escritura y sus Aplicaciones) al que se le añadió el nombre de Miguel Delibes en 2010 en la conmemoración de su fecha de nacimiento, 17 de octubre.
Previa visita concertada fuimos recibidos por su director Pedro Mencía, que nos expuso un primer acercamiento a los contenidos y objetivos de este Centro.
Nos llamó la atención su amplia recepción con los sugerentes textos grabados en sus paredes. Preside su entrada un maravilloso poema de Antonio Colinas "¿Conocéis el lugar?" , que os invitamos a leer entero.
También ocupa un lugar destacado el de Cervantes “Ahora digo -dijo a esta sazón don Quijote-, que el que lee mucho y anda mucho, vee mucho y sabe mucho," que condensa nuestra misión como voluntarios culturales para la difusión turística del patrimonio cultural de Huete.
Seguimos el itinerario expositivo a través de la Biblioteca, espacio para Talleres y sala de Exposiciones, para detenernos en la exposición temática permanente ENTRE LÍNEAS.UNA HISTORIA DEL LIBRO. Desde el nacimiento del libro y la escritura hasta la actualidad: el pergamino, la imprenta y la linotipia.
Observamos que aquí hay una curiosa forma de nominar sus calles: bajo el nombre, una breve explicación de su origen.
Como broche final de la jornada, pudimos visitar la iglesia románica de Nuestra Señora de la Anunciada, la única muestra de arquitectura lombarda de Castilla y León.
Y saliendo de Urueña, vimos recortarse otra vez en la lejanía su recinto amurallado, como si fuera una hilera de libros bajo una bóveda de nubes.
martes, 15 de febrero de 2011
LA ESCUELA QUE NOSOTRAS CONOCIMOS
UBICACIÓN
Transcurrida ya la guerra civil, y hasta que recuperaron las aulas del edificio de la Merced, que había sido hospital inglés durante la contienda, asistíamos a Palacio, en la calle Nueva. No recordamos cuándo fue esa incorporación a la Merced, pues éramos muy pequeñas. Creemos sería hacia el año 1940. Las aulas de chicos y chicas estaban separadas, pues la educación sólo era mixta en las escuelas de párvulos, las cuales eran dirigidas por maestras.
A partir de siete años los chicos asistían a la Graduada de niños, regida por maestros, y las chicas a la de niñas, que tenían maestras.
Accedíamos todos por la escalera central. En el primer pasillo estaban las aulas de los chicos cuyo suelo era de tarima de madera. Eran amplias y muy soleadas. Sus balcones daban a la calle de Colón.
En el último pasillo estaban las de las chicas que también eran amplias, aunque los pisos eran de yeso y los balcones daban a la Plaza de Carros.
Tanto en unas como en otras había estufas de hierro fundido para calentarlas en invierno. La leña la aportaba el Ayuntamiento: de chopo, de olmo......
El tiro de las estufas de las chicas iba directamente por medio de tubos a los altos techos. Solían hacer mucho humo y tiraban mal. En las de los chicos iban hacia la pared, donde había chimeneas, y funcionaban mejor.
Una gran pared con su puerta siempre abierta separaba los pasillos de unas y otros. En un rincón de esa pared había colocado un gran hierro circular, procedente de alguna llanta de rueda vieja de camión, al cual llamábamos “Campana”. Ahí se tocaba para dar la señal de la hora de entradas y salidas, así como la de los recreos.
Ese toque lo hacían siempre los chicos mayores y era con un tirafondos grueso procedente del ferrocarril. Era de los que usaban para sujetar los raíles a las traviesas de madera.
En cada uno de los mencionados pasillos había una amplia habitación con sus correspondientes lavabos y retretes para el uso de las chicas y maestras por un lado, y los varones por otro.
El tipo de retrete era el llamado turco, que tenía un agujero en el frente y una especie de moldes de cemento con forma de pies para poner encima los mismos. Los maestros y maestras tenían una taza de cerámica y puerta para cerrar. Los demás estaban sin puertas. Todos funcionaban con agua corriente.
El horario era de mañana y tarde: de 10 a 1, y de 3 a 5. A veces a las horas de entrada nos esperaba en la puerta de la calle un hombre con una esportilla que nos vendía paloduz, aunque no se permitía chuparlo en la escuela.
Los sábados había clase todo el día aunque la sesión de la tarde se dedicaba al rezo del rosario todos juntos o por clases, y a alguna actividad de carácter lúdico.
El día del descanso era el jueves por la tarde, no obstante, si había una fiesta entre semana, la tarde del jueves había clase.
Los recreos eran siempre dentro del edificio, en los pasillos. Jugábamos a la comba, al escondite inglés, al pillao, a los alfileres..... Los chicos a la pídola, a las chapas, al trompo......
Las salidas de las clases, después del toque de campana, eran sumamente ordenadas, en filas hasta la calle y cantando himnos patrióticos.
ALUMNADO
El número de alumnos y alumnas en las clases era enorme. Recordamos listados de cien en algunas de ellas. El absentismo escolar era frecuente. Muchos, sobre todo las niñas, tenían que ayudar en sus casas, cuidar de sus hermanos más pequeños o ponerse a trabajar.
No obstante, cada clase solía rebasar los cincuenta o sesenta alumnos diarios.
MATERIAS DE ENSEÑANZA
Se trabajaban mucho las llamadas materias instrumentales: lectura, escritura y cálculo. De ahí el hecho de que muchas de estas promociones de alumnos hayan leído y escrito muy bien y aun teniendo sólo los estudios primarios hayan poseído buenos conocimientos de matemáticas, geografía y otros saberes útiles para la vida práctica.
En las clases de niñas se dedicaba la sesión de la tarde, casi por entero, a catecismo y labores. Entre los aprendizajes de labores estaban el “Trapo de costuras”, con vainicas, costura francesa y española, zurcidos, ojales, presillas...... También se admitía el punto de cruz y los bordados, pero no así el encaje de bolillos, ni el ganchillo, los cuales se hacían en las casas.
MATERIAL Y TEXTOS ESCOLARES
Para el aprendizaje de la lectura se usaban cartillas, y para el de la escritura unas pequeñas pizarritas individuales con un pizarrín. Esta escritura se podía borrar humedeciéndola y frotando. Generalmente se hacía con saliva y se frotaba con la mano, aunque nuestras madres solían prepararnos un trapito atado a la pizarra para
que fuera más higiénico.
Luego, cuando ya íbamos aprendiendo, teníamos lápiz y un cuaderno pequeñito, rayado; copiábamos de la escritura que hacía la maestra en la pizarra, aunque también hacíamos dictado y copiábamos de algunos textos sencillos, incluso de la cartilla o de algún cuaderno-modelo con buena letra. Esto ya se hacía con plumas de “pata de gallo” o de “corona”, mojando en la tinta y después usábamos el papel secante.
El material escolar era caro y había muy poco, debido a la escasez general de los años de posguerra. Las pinturas de cera o madera eran un bien estimado y aprovechado al máximo.
El texto comúnmente más usado era la enciclopedia, desde la llamada “Enciclopedia del Párvulo” hasta los distintos grados de la Editorial Dalmau Carles, aunque no todos los niños podían adquirirlas.
Entre los libros de lectura existentes en la escuela recordamos: “Hemos visto al Señor”,”Yo soy español”,”El pueblo de Dios”... Estos se leían en edades tempranas. Después: “Corazón”, “Tesoro de las escuelas”, “Mari Sol. Maestra Rural”, “Castillos de España”, “El lobero de las Hurdes”, “Física recreativa”, “El libro de las Maravillas” “Lecciones de Cosas”, “Mi primer manuscrito”......
OTRAS ACTIVIDADES
La vida escolar estaba entonces impregnada de religiosidad. Durante el mes de mayo se hacía el canto y rezo de “Las flores” a la Virgen.
El sábado por la tarde, como decimos en otro lugar, se hacía el rezo colectivo del rosario y hubo algunas temporadas en que a la salida de la clase de la tarde se pasaba a la Parroquia, que estaba cerca, para hacer una visita al Santísimo. Era un tiempo breve en el cual se hacían oraciones y cánticos colectivos.
Cuando el Sr. Obispo llegaba en visita pastoral salíamos a recibirlo en filas.
Entre los muchos niños que íbamos a la escuela había algunos que vivían aquí con sus abuelos o tíos, aunque sus padres estaban en Madrid.
También estuvieron entre nosotros seis niñas alemanas y un niño austriaco. Pasada ya la Segunda Guerra Mundial vinieron a España y estuvieron acogidos en familias durante unos diez u once meses.
Venían con nosotros a la escuela y aprendían bastante bien el idioma y otras cosas, hasta que regresaron a su país.
Hacia el año 1946 venían a la escuela jóvenes de la Sección Femenina procedentes de Cuenca; venían en tren, un día a la semana, y nos enseñaban canciones regionales y gimnasia.
Además existían otros Centros de enseñanza, como fue el Colegio de Niñas de las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl. Había más de doscientas alumnas, niñas de todas las edades. En su gran mayoría eran niñas huérfanas, o desfavorecidas de alguna manera, acogidas en este Centro sito en El Cristo. A excepción de unas cuantas que eran de Huete, la casi totalidad venían de distintos puntos de España.
Los domingos por la tarde solíamos ir a jugar con ellas a su centro de acogida.La enseñanza la impartían las Hermanas y era semejante a la que recibíamos nosotras en la escuela pública.
Por aquella época e incluso un poco antes, existía una Academia con dos o tres profesores (sacerdote, maestros) que preparaban para hacer el Bachillerato e incluso el llamado Examen de Estado, al término del Bachiller. Los alumnos y alumnas nos íbamos a examinar como libres a Institutos de Madrid: Cardenal Cisneros, San Isidro.
Cuando se marcharon las Hijas de la Caridad, vinieron a El Cristo las Celadoras del Sagrado Corazón de Jesús que también se dedicaban a la enseñanza. Los alumnos bachilleres se examinaban entonces en el Alfonso VIII de Cuenca, que era el único Instituto que había entonces en esa Ciudad.
Lourdes Parrilla García
Gabriela Mora Mochales
Maestras de Primaria y Párvulos en el Colegio Público de Huete
martes, 25 de enero de 2011
ETNOGRAFÍA II
En 1941 se funda la “Fábrica de Gaseosas Martínez”, que instala su primera máquina en la calle Mayor nº 5 de Huete. Una empresa desde sus orígenes totalmente familiar, en la que mi padre, Pedro Martínez, no conformándose con su salario en la fábrica de Harinas de Manuel Degando y ayudado por un amigo de Vellisca decide emprender este nuevo oficio.
La fabricación comenzaba en la saturadora donde el agua y el gas carbónico se juntaban, la maquinaria era sencilla y todo se hacía de forma manual puesto que teníamos que darle a una rueda para que moviese la bomba y se metiese así el agua y se saturase de gas carbónico (a 5 atmósferas).
A continuación, pasaba el agua con gas a la llenadora, donde se ponía en primer lugar el tapón corona (como en la actualidad las chapas de las botellas), después la botella de un tercio a la que habíamos incorporado antes el jarabe y por último se llenaba, una vez llena se apretaba y se le quedaba puesto el tapón. Después de envasada, la gaseosa estaba lista para su distribución.
También utilizábamos sifones, había una máquina especial en la que con el agua saturada a 10 atmósferas de gas carbónico se llenaban.
EL JARABE
Para su realización se empleaba sacarina y dulcina para endulzar, ya que el azúcar escaseaba, esencia de limón, ácido tartárico y ácido cítrico. Este ácido tenía que disolverse en agua hirviendo. Se ponían las proporciones adecuadas de cada ingrediente y se echaba todo en una garrafa de arroba de cristal completando el resto de agua.
LAVADO DE BOTELLAS
Una vez que las botellas de gaseosa venían de las tabernas o comercios, lo primordial era dejarlas limpias para volverlas a llenar. Esto se hacía en dos grandes barreños de chapa, en uno de ellos se ponía agua con sosa o jabón y en el otro únicamente agua. Se metían las botellas en el primer barreño y se fregaban con unos cepillos redondos de fácil acceso a todos los recovecos de las botellas y se enjuagaban con agua limpia en el segundo barreño. Así pasaban a las cajas para ponerles el jarabe y de nuevo llenarlas.
Las botellas se ponían en cajas de 24 botellas, es decir, dos docenas, como se vendían por entonces.
LAS BOTELLAS DE UN LITRO
Éstas se empezaron a llenar por los años 60 y cambió todo el sistema de embotellado. Los ingredientes del jarabe eran los mismos pero con la proporción adecuada para el tipo de botella.
El llenado se hacía a contrapresión, un sistema más moderno que permitía llenar cuatro botellas al mismo tiempo. La saturadora ya era semiautomática pues tenía motor y no teníamos que darle a la rueda. El jarabe se ponía con una bomba manual que aspiraba de la garrafa de arroba la medida justa para cada botella.
En esta época también cambió el sistema de lavado, y se empleaba una máquina lavadora con agua a presión. Se componía de dos depósitos, uno de agua con sosa cáustica y otro con agua limpia. Las botellas iban pasando intermitentemente y al igual que en el proceso manual primero pasaba por el depósito de sosa en el que una bomba a presión cogía el agua y les inyectaba por dentro y por fuera. Seguidamente pasaban por el depósito de agua limpia y una bomba les inyectaba esta agua de la misma manera. Al final del proceso pasaban a través de una pantalla iluminada y unos chorros de agua las terminaban de aclarar. Por último se ponían en cajas para ponerles el jarabe.
La normativa para botellas de un litro y de un tercio exigía que todos los fabricantes grabasen en éstas su nombre y marca. Nosotros escogimos la “Torre del Reloj” como distintivo de la fábrica, serigrafiada en blanco en todas las botellas. También se renovó la forma de taparlas cambiándola por un tapón de porcelana con una goma que ajustaba en la boca de la botella y un sistema de llave en alambre acerado que permitía cerrar herméticamente.
En aquellos años también hubo otras fábricas de gaseosas en Huete, como la de Mariano Grande, Félix Bermejo y Vicente Díaz. Antes de la guerra civil existieron otras, sus propietarios eran Juan Francisco De La Cruz, Tomás Leis y Adolfo Millán.
LA DISTRIBUCIÓN
En los primeros años, los clientes venían a recoger las gaseosas a la fábrica porque los medios eran escasos. El transporte que utilizaban eran borricas, carros y galeras. Los que venían en borrica traían las botellas sueltas en el serón, unas ocho docenas (4 cajas). Llegaban desde Mazarulleque, La Peraleja, Villanueva de Guadamejud, Valdemoro del Rey, Portalrubio, Moncalvillo, Saceda Del Rio...etc.
A Huelves, Paredes, Vellisca, Caracenilla, Bonilla, Castillejo del Romeral y Cuevas de Velasco se mandaban en el tren, con un carro llevábamos las cajas de dos docenas a la estación y les poníamos unas etiquetas con el nombre del destinatario.
En los años 60, cuando cambió el tipo de botellas y empezaron las de un litro y un tercio con tapón de porcelana, cambió también el sistema de distribución. Otros fabricantes empezaron a servirlas con vehículos propios y una vez más nuestra fábrica tuvo que ponerse a la altura de la competencia. El primer vehículo que utilizamos fue una camioneta “Ford 4” (de “pedales”) y más adelante cambiamos por un camión “Avia” de 2.500kg de carga en el cual podíamos transportar mas de 100 cajas de un litro o de un tercio.
Hacíamos varios recorridos, por ejemplo, si el lunes íbamos a unos pueblos el martes lo empleábamos para lavar y llenar las botellas vacías que habíamos traído el día anterior. El miércoles otro recorrido y así sucesivamente.
En Huete se servían cualquier día y también a casas particulares, para ello utilizábamos un carrillo o carretilla. Por el precio de 2,50 ptas se les llevaba una caja de 10 botellas de un litro y por 3 ptas la caja de 24 botellas de un tercio.
Con la llegada de “La Casera”, “Revoltosa”, “Coca-Cola”, “Pepsi” y otras marcas, la fabricación en estas pequeñas empresas fue disminuyendo y fueron absorbidas a su vez por estas grandes.
Pascual Martínez Martínez. VolOptenses
Septiembre - 2004