Día 8 de Marzo: El Centro de Mayores colabora con el Centro de la Mujer.
Nuestras
compañeras de VolOptenses, Rosario Ruiz y Amparo Martínez, participaron
activamente en el acto organizado, al que asistieron mujeres de otros
colectivos y del Centro de Mayores.
Comenzó
el acto con las siguientes
intervenciones: Gloria Serrano,
concejala de Sanidad, Servicios Sociales y Mujer hizo la introducción a la
historia y significado de la
celebración. Los profesionales del
Centro de la Mujer presentaron su blog. Rubén Elvira, de la agrupación de Voluntarios
de Protección Civil, dio una conferencia sobre primeros auxilios.
Llegó
la hora de nuestras compañeras: Amparo nos leyó el siguiente texto, alusivo al
contenido de la representación teatral que veríamos a continuación.
Reseña
histórica
En el siglo XX el sector
terciario empleó un gran número de
mujeres, creciente a lo largo de los siglos XIX y XX, en las actividades de
comercio y sobre todo en el servicio doméstico. Las dependientas de comercio
eran habitualmente mujeres solteras o viudas que soportaban largas jornadas de
trabajo, estando controladas por los dependientes masculinos, que además
recibían una remuneración muy superior a aquéllas.
La progresión cuantitativa
más sorprendente se dio en el servicio doméstico. Ya en 1860 se calcula que una
de cada 19 mujeres españolas era criada, y en los inicios del siglo XX estas
mujeres habían superado en número a las campesinas. El servicio doméstico se
convirtió en una válvula de escape para la inmigración femenina que llegaba a
las ciudades, pero también recogía a aquellas mujeres que no encontraban
trabajo en otras ocupaciones. La falta de legislación en este terreno permitió
que el servicio doméstico contase con las condiciones de trabajo más
miserables, que contrastaba con una cada vez mayor exigencia a las mujeres
contratadas. En la prensa madrileña, hacia 1875, se piden los servicios de una
mujer, por cuatro reales diarios, con las siguientes exigencias: que sepa leer y escribir, planchar y
gobernar bien una casa, conversación amable y discreta, muy casera, curiosa,
laboriosa, virtuosa, buena figura, buena salud, sin novio y que no pase de
treinta y tres años. Las criadas se limitarán a recibir ropa
usada, comida y cama como pago por sus servicios, y sólo acostumbraban a
recibir salarios las sirvientas especializadas de las clases media y
alta.
En 1950 el servicio
doméstico sigue ocupando a muchas mujeres: más de medio millón. Las condiciones
de trabajo a cambio de comida, cama y bajo sueldo sólo cambiarán cuando en las
ciudades el trabajo permita empleos alternativos, es decir, a finales de los
años sesenta. Habrá entonces una progresiva incorporación a los trabajos de
oficina que ocupará a mujeres instruidas en labores que no requerían autoridad
ni responsabilidad y que estaban mal remunerados.
Las mujeres dedicadas a servir, aspiran a trabajar
para las familias ricas de la capital, con esto consiguen una mejora tanto
laboral como social, porque pueden pasar de criadas a cocineras y otros cargos
de mayor confianza. A veces trabajan solo a tiempo parcial, pero otras lo hacen
a tiempo completo y viven con la familia. En este caso su faena dura todo el
día, desde antes que se levanten los señores de la casa, hasta después que se
acuesten, de manera que el lazo entre criados y familia sea tan fuerte, que
convivan hasta la muerte.
Por eso Chari, nuestra cocinera de hoy, con este texto escrito en 1919
en la revista Blanco y Negro del periódico ABC, puede considerarse una
revolucionaria por sus exigencias, que al final abandona vencida por la
realidad.
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